Me acuerdo de cuando era chiquita. De todos aquellos veranos. Mi pasatiempo preferido era cazar mariposas, y no sabía por qué. Ahora me doy cuenta de que me maravillaban que aquellos seres tan pequeños pudieran ser tan hermosos, tan coloridos.
Siempre me impresiono la manera en que se forma una oruga en una mariposa. Y tambien el tiempo tan corto que viven.
Tal vez cada uno de nosotros es como una pequeña oruga, que se tiene que convertir en una mariposa. Y ninguna mariposa es igual a la otra. Como nosotros, los humanos.
Cada mariposa tiene sus colores y sus alas. Y éstas se manifiestan luego de aquella transformacion. Luego de esa metamorfosis.
Tal vez cada uno de nosotros tiene que cambiar algo, dejar de ser aquella oruga en el montón. Cambiar nuestra actitud frente a todos y todo. Cambiar los defectos por virtudes. Tratar de cambiar lo que creemos que esta mal por aquello que está bien.
No dejar que otras orugas nos hagan ser iguales, sino ser diferentes. Y ser felices con esas diferencias.
Ninguna mariposa es igual a otra, al igual que nuestros cuerpos, nuestras almas y todo aquello de lo que estamos constituidos.
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